Estamos a las puertas de septiembre, mes que simboliza la vuelta a la rutina para la gran mayoría. Para muchos, es un momento de motivación y ganas de afrontar nuevos retos y objetivos. Para otros, sin embargo, es el bajón posterior al subidón vacacional, en el que el disfrute, los planes con amigos, los viajes, etc., han cobrado protagonismo. Sea cual sea tu situación, seguro que reflexionar acerca de las enseñanzas del verano te da un empuje extra hacia una temporada cuyo ritmo cuesta recuperar inicialmente, pero que puede ser una puerta hacia las nuevas ilusiones, los cambios necesarios y la toma de conciencia. Y tú, ¿qué has aprendido esta temporada? ¡Hablemos de ello!
Es cierto que pasamos gran parte del año imaginando y deseando la temporada estival, los planes veraniegos, la desconexión, la paz… Sin embargo, cuando llega, se esfuma tan rápido que para muchos es complicado adentrarse de nuevo en las obligaciones del día a día, las jornadas laborales y los hábitos llevados con cierta rigidez.
Es importante revisar por qué en los meses de verano tanta gente se siente más relajada, contenta y motivada. Claro que el clima, las vacaciones y los días más largos intervienen, pero también esa forma de vivir el día a día con un plus de improvisación, flexibilidad y calma; la decisión de alejar los aparatos tecnológicos, ralentizar el reloj y estar más presentes. Muchas personas viven normalmente sumidas en el estrés y la insatisfacción y anhelan las vacaciones como si se tratara del objetivo por el que esforzarse; de una necesaria vía de escape o el único momento en el año en el que se permiten desconectar.
Tal vez sea el momento de intentar trasladar muchas de las sensaciones y enseñanzas del verano a nuestro día a día durante el resto del año, para sentirnos mejor y vivir en cada momento todo lo maravilloso que hay a nuestro alcance.
Reflexiona: ¿qué te ha enseñado este verano?
Especialmente si eres de esas personas a las que les cuesta afrontar la llegada de septiembre y su simbólica «vuelta al cole», te animamos a reflexionar acerca de por qué en verano estás mejor que en el resto del año. Piensa: ¿hay algo que puedas mantener durante todo el año y que te vaya a hacer sentir más satisfacción y bienestar?
Tiempo para uno mismo
En las vacaciones de verano disfrutamos del tiempo que dedicamos a atender nuestras necesidades y deseos. Miramos hacia dentro y decidimos si nos apetece pasar un día en la playa, salir a comer o a cenar o simplemente disfrutar de una tarde en la piscina. Cuando disponemos de tiempo de autocuidado podemos tomar una mayor conciencia de lo que somos, queremos y necesitamos hacer. Esta escucha nos conecta y es por eso que nos sentimos más puros y libres.
Pero, ¡ojo!, que esto no es algo exclusivo de las vacaciones. Durante todo el año podemos integrar el autocuidado como parte de nuestra forma de vida. Solo apostando por el propio bienestar podremos estar seguros de avanzar hacia el lugar que realmente pretendemos; de dar lo mejor en cada una de las facetas de nuestra vida; de entregar la versión más sincera a los seres queridos.
Contacto con la naturaleza
Otra de las características del verano es la mayor exposición a los entornos naturales. Y no hace falta viajar para ello, basta con frecuentar la playa, la montaña u organizar planes con los nuestros en un entorno al aire libre para notar cómo nuestra respiración desacelera, los pulmones se llenan y lo hacen, además, con un aire más limpio y puro.
De pronto llega la vuelta al ajetreo posterior a las vacaciones y olvidamos el bien que nos hace exponernos al sol, a la brisa natural y a los escenarios más salvajes. Muchas personas tienen que pasar muchas horas sentadas frente al ordenador entre las cuatro paredes de su despacho o lugar de trabajo, en la misma postura y a priori sin posibilidad de evitar las consecuencias de una vida sedentaria. Qué menos que tratar de encontrar momentos para liberarse de las tensiones, mover el cuerpo y respirar aire puro. De nuevo, esto puede hacerse todo el año, ¡no lo olvides!
Contacto con amigos
Sin duda, los planes con amigos, el ocio, las risas y las anécdotas compartidas con personas que suman son muy propias del verano. Los beneficios de relacionarnos con seres queridos que son abrazo, que provocan risas desde lo más profundo… son incuestionables.
Esta es otra de las enseñanzas del verano que tal vez deberíamos tratar de mantener durante todo el año. Está claro que no siempre podremos tener tanta vida social como en vacaciones, pero es importante no desvincularse de los amigos que nos hacen pasar un buen rato y compartir momentos de disfrute.
Flexibilidad en las obligaciones
En verano somos más flexibles con todo. Muchas personas siguen manteniendo sus buenos hábitos en cuestión de entrenamiento, alimentación, descanso, etc., pero desde una perspectiva mucho más flexible y relajada. Esto les hace sentir un mayor bienestar y tranquilidad. Y es que a veces hace falta dejar la rigidez a un lado y preocuparse por disfrutar de los buenos hábitos con naturalidad, progresión y comprensión.
Por otro lado, en la estación del sol y la playa surgen más planes improvisados. Vivimos en una sociedad que muchas veces funciona con el piloto automático, con cierta insatisfacción y estrés, pero con incapacidad para relajar las riendas. Esta es otra de las enseñanzas del verano que podemos incorporar: permitirnos en la medida de lo posible tiempos de juego, de impulso, de improvisación… es invertir en esa parte de nosotros más auténtica y libre.
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