Rutina en cuarentena: ¿Y si un día no te apetece hacer nada?

El Estado de Alarma por Covid-19 y el consecuente aislamiento, ha puesto a prueba el aguante de muchas personas acostumbradas a una vida llena de actividades en todos los planos. Ahora estamos obligados a adaptarnos a un parón que nos exige escucharnos a nosotros mismos. Hemos asimilado la importancia de la rutina y entendemos la necesidad de estar activos aunque permanezcamos en casa. Pero, ¿y si un día no te apetece hacer nada?

Una de las principales causas del estrés es una vida llena de obligaciones y, especialmente, las elevadas exigencias. Tenemos que cumplir con todos los quehaceres cotidianos y, además, hacerlo bien obteniendo el éxito que esperamos. Una vida llena de actividad, en la que rara vez podemos descansar y dedicarnos tiempo, ha precedido a una situación de alarma en la que debemos permanecer confinados, esforzarnos por adaptarnos lo mejor posible y ser la mejor versión de nosotros mismos.

Cogemos papel y boli y trazamos una rutina perfecta en la que actividad física, teletrabajo, ocio, descanso, cocina, actividad intelectual, series y demás, deben tener cabida. Suena la alarma y amanecemos forzando, en ocasiones, a nuestro cuerpo y mente para lograr cumplir con aquello que nos hemos marcado. Y así es como de nuevo, sin darnos cuenta, estamos inmersos en una hiperactividad que, lejos de permitirnos la escucha interna, nos mantiene estresados y alerta de no flaquear y “desaprovechar” ni un solo día. Estamos igual de estresados y autoexigentes que antes, pero entre cuatro paredes.

¿Y si no te apetece hacer nada?

Existe una creencia muy integrada en nuestra sociedad que asume que el descanso o el hecho de tomar tiempo para nosotros, se traduce en perder el tiempo. No obstante, si no nos permitimos parar, probablemente terminemos por experimentar unas consecuencias muy negativas para nuestra salud, tanto a nivel físico como mental y emocional. Estar confinados es una situación que, hasta hace unas semanas, se alejaba por completo de lo que podíamos llegar a comprender y asimilar.

Dado este cambio de vida radical, cabe pensar que es normal sentir miedo, tristeza, ansiedad, incertidumbre, apatía… No debemos dar la espalda a estas emociones ocupando el tiempo y forzándonos a “aprovechar” cada día. Más bien, entender que hay días en los que no tenemos fuerza o ánimo para cumplir y que de estos días también se aprende. El descanso, el sueño, mantenerse en silencio, sentarse en el sofá o tomar el sol no es perder el tiempo. Es enriquecerse de otra manera, es escucharse y respetarse. Es recargar la batería, aumentar la energía y permitir que las emociones conocidas como negativas puedan cumplir su importante función. Por ello, no te sientas culpable si un día, o alguno más, debes darle al pause. Es normal y necesario.

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